V
- Pero si en Zarpapiedra me costaba la mitad! - Shía estaba indignada. Tenía dos días y mucho que coser. Esas telas eran lo único que le faltaba para acabar el vestido de su señora. Pero ese inútil comerciante ambulante parecía no entender la urgencia de la situación.
- Si en Zarpapiedra le cobran menos, le sugiero que lo compre allí - replicó, con educada frialdad.
- Zarpapiedra está a cuatro días de aquí! Necesito esas telas ahora! - Si hubiera podido, sus ojos, más verdes que azules, se habrían vuelto rojos y el pelo rizo se le erizaría. Si hubiera podido, que no fue el caso. No obstante, su indignación era más que evidente.
- Jovencita - comenzó a decir su interlocutor, falto ya de paciencia - entiendo que su señora necesite el vestido. Al fin y al cabo, es su boda. También alcanzo a comprender que crea que mis telas son caras. Pero yo he de deambular por todo el continente, a falta de un trabajo mejor. Necesito dinero suficiente para mantenerme. Creo que la rebaja es más que aceptable, pero si tan mal le parece, puede aguardar al siguiente vendedor que pase por aquí. Aunque para eso, creo que le compensaría a ir a Zarpapiedra. - Una sonrisa sarcástica asomó por entre sus barbas pobladas.
- Está bien, está bien! - A regañadientes, Shía sacó las monedas, las intercambió por las telas doradas y se fue con indignación bien visible por el camino del Este, hacia Colina Férrea y su Bastión.
Colina Férrea era un claro elevado, un enorme claro elevado donde se asentaba una de las más majestuosas y espectaculares construcciones de la zona: El Bastión de Colina Férrea. A pesar de lo carente de imaginación del nombre (los antiguos nunca fueron muy creativos), llevaba miles de años guardando la Colina y sus minas de hierro (de algún lugar tenía que venir el nombre), dominando todo el Mar de Pinos, bosque por el que ahora Shía caminaba. Tal era su magnitud que sus torres se veían desde Puente Plata en un día despejado, y eso que estaba a siete días de allí. De todos modos, no es que fueran torres, en realidad, era una torre central, larga como un día sin pan, y varias mucho más pequeñas, que salían a distintas altura de la central. Y bajando por la enorme torre, se hallan varios pisos circulares, una encima de otro y progresivamente más estrechos, cada uno con cuatro estandartes al norte, sur este y oeste, al igual que las puertas en el último y más ancho piso. Los estandartes reflejaban un montaña azul en un mar azul celeste, símbolo del linaje que durante miles de años, había reinado en la Colina y el Mar de Pinos: los Casquivana. Y como dentro de dos días, el actual lord Casquivana se iba a casar con lady Marye de las Islas Colmillo (en realidad era una sola isla de esa forma y varios pedruscos alrededor que los optimistas isleños ascendían de categoría), estableciendo así una poderosísima alianza y reafirmando el poder de los Casquivana una vez más, también había decoraciones de fiesta por las paredes y las murallas. Con todo este panorama, Shía tendría que darse prisa si no quería que su señora fuera desnuda a su boda.
Recorrió el sendero casi a ciegas. Ella y su amiga Nana eran naturales de Zarpapiedra, pero Lord Berg Casquivana, el anterior señor, las había cogido bajo su protección cuando eran muy pequeñas. Les enseñó a leer y escribir (más bien los maestros contratados) y ahora el actual señor, Lord Daft Casquivana las había puesto al servicio de su prometida. Ambas chicas le estaban muy agradecidas; el trabajo no era muy duro y Lady Marye era muy agradable, tanto que se habían hecho amigas casi. Y el sueldo tampoco estaba mal.
El final de todas estas divagaciones coincidió con el del sendero, donde la Puerta Prima se alzaba imponente frente y sobre ella; tenía 14 varas de alta, incrustada en una muralla de 17 varas, la cual rodeaba unas dos fanegas de superficie. Vigilando todo esto se hallaban los Guardias Amarillos, un cuerpo especial dedicado únicamente a patrullar tan magnífica construcción y evitar que nadie atravesase la puerta de metal pulido.
Una cabeza de pelo lacio, cara ovalada y ojos pequeños asomó desde lo más alto. Ese era Thau, Capitán de los Capas Amarillas, Guardián de la Puerta Prima y su amante. En secreto, claro, pues los Guardias hacían juramento de castidad. Aunque, como en este ejemplo, no era muy respetado, debía de guardarse silencio, pues de descubrirse, su querido Capitán perdería algo que a ella le encantaba. Y no precisamente su cara.
- Quién va?- Gritó desde lo alto, con un cono que ampliaba su voz. El sol se reflejaba en su armadura chapada en ónice, negra como su pelo.
- Soy yo, ser- contestó usando un cono atado con una cadena a la muralla. -Shía, la doncella.
- Recibido. Abrid! - Como respuesta, comenzó a oírse un increíble estrépito, y poco a poco la puerta se fue abriendo. Shía miró hacia arriba. Creyó a ser Thau le guiñaba un ojo. Se lo devolvió y entró. Rosas de todos los colores, tulipanes, sicomoros e iris blancos la recibieron, adornando un jardín extenso y a veces parecían devorar las pequeñas casas del servicio.
Por un sendero de piedra pulida y perfectamente colocada llegaba Liquen. Como ocurría con muchos del servicio, al entrar a trabajar al Bastión sus compañeros le ponían un mote. A veces, su nombre se diluía y sólo quedaba su apodo. Evidentemente, Liquen estaba en ese grupo, un tipo de estatura media, ojos hundidos, pelo muy gordo y delgado. Iba sentado en el cabestrante de un carro largo, tirado por un yegua. Un hacha estaba apoyada a su lado.
- Epa!- Saludó con entusiasmo - Cómo te va, moza?
- Hola! - respondió la doncella alegremente. Le encantaba hablar - Pues acabo de conseguir la tela que me faltaba para rematar el vestido. Ahora podré acabarlo. Y tú?
- Me alegro de oír eso. Yo voy al bosque a por madera. Hay que acabar algunos muebles y alimentar el fuego - dijo como si fuera una tarea cotidiana.
- Pero… tú solo? No necesitáis mucha madera? - La incredulidad le hacía levantar una ceja y arrugar la nariz.
- Pero claro! Son sólo seis troncos de nada!
-Ah… pues buen trabajo machote - dijo respondiendo a su bravuconada, mientras comenzaba a caminar.
- Lo será! - replicó con entusiasmo el leñador.
Y así siguió su camino. Fue hasta la puerta que daba al sur. Pasando por las caballerizas, que no estaban muy lejos de su destino. Allí estaba Tinas, el mozo de cuadras, chico alto, amplia barba para su juventud y cuerpo atlético. Le encantaba hablar con él, a pesar de ser un tanto gruñón. Y le solía tomar el pelo a menudo. Pero aún así, le agradaba, y punto.
- Hola Tinas! - Fue corriendo a darle un abrazo en cuanto lo vio. Pero éste te apartó enseguida, con la suficiente habilidad para no derramar el cubo que llevaba.
- Quita niña! No tengo tiempo para tanta tontería! - contestó con tono brusco, alejándose a paso acelerado, cubo en mano. Shía lo siguió como pudo.
- Pero yo sólo quería enseñarte esta tela que…- dijo haciendo pucheritos.
- Mira, tengo que abrevas estos caballos, conseguir habilitar la hostia de establos para los invitados que vendrán dentro de dos días, y por si fuera poco, conseguir comida suficiente para esa cantidad de bestias. Así que no tengo tiempo para gilipolleces.
- Pues que te jodan! - Su cara de niña buena estaba roja. Si ella sólo quería hablar, era una injusticia. Siempre igual, pasando de ella. Ni que fuera tanta cosa como para no poder atenderla! Comenzó a marcharse refunfuñando maldiciones.
- Bueno, perdona - Tinas pareció recapacitar a juzgar por su voz sumisa - Es que estoy estresado. No me pagan lo suficiente para tanto trabajo - Esbozó una sonrisa. Shía comenzó a recuperar su color original - Anda, ven aquí - Dejó el cubo en el suelo y estiró los brazos. La doncella bufó, pero luego sonrió y aceptó el abrazo.
- No me vuelvas a hablar nunca así, eh?
- Vaaaaale. Y ahora, por favor, vete. Me hace falta el tiempo. Mañana subo a ver ese hermoso vestido, eh?- Sonrieron juntos.
- Está bien. Hasta mañana! . Y siguió su camino hasta llegar a la puerta. Dentro, subió con celeridad las escaleras hasta llegar a la sala de costura. Allí estaba buena parte del vestido, de un brillante color oro.
Se sentó enfrente del telar y comenzó a hacer la falda. Estaría llena de volantes, eso lo tenía muy claro. Y detalles en abalorios dorados, para que se viesen. La tela que había conseguido era también de color dorado, asombrosamente parecido a la otra mitad, una especie de jubón de manga corte y escote puntiagudo.
Continuó su obra durante muchas más horas, hasta que no hubo más luz que la de su vela. La base estaba hecha. Mañana la acabaría. Subió a su habitación, sin comer nada, y vio que Nana ya estaba en un profundo sueño. Tomó ejemplo y se puso a dormir.
Una dulce melodía la despertó. Cantaba una canción de caballería y amores acabados. Era Nana. Ella estaba más unida a su señora que Shía, pues sabía más canciones, cocinar, lavar, conversar… aptitudes que lady Marye apreciaba mucho. Y además era muy guapa. Un liso pelo negro le caía en cascada por la espalda. Dos ojos marrones le adornaban la cara de facciones pequeñas y suaves. Aparte, era la mejor amiga que tenía en todo Bastión y en su mundo conocido.
- Qué hora es? - preguntó Shía, con voz pastosa y somnolienta.
- Hace dos horas que ha amanecido. Lady Marye ha requerido tu presencia para saber cómo avanzaba el vestido - le contestó Nana mientras se peinaba - Le dije que estabas trabajando en él. También quiere que vayas a las cocinas.
- Gracias - dijo mientras se desperezaba - Y para qué me quiere en la cocina? La que entiende eres tú
- Ya, pero me necesita para organizar el banquete y a los invitados, tarea que resulta casi imposible. - Paró de peinarse y se volvió a su amiga - Cree que tú podrías mirar si serán capaces de dar abasto y poner orden. - Se levanto y se encaminó a la puerta - En fin, me voy, a ver si podemos por fin sentarlos a todos. Recuerda informar a nuestra señora.
- Lo haré, lo haré, tranquila - Nana se fue y Shía se comenzó a vestir para el nuevo día.
Nada más estar lista, bajó a las cocinas, un piso subterráneo con unas chimeneas que asomaban como si fueran pequeñas casas. Así estaba ventilado y no alteraban la visión del jardín. Allí abajo bullía la actividad. Sólo consiguió que un pinche desocupado, al que jamás había visto, que tenía la cara más común y normal que había visto en su vida, sin absolutamente nada destacable.
- Eh, tú! Lady Marye me manda para saber cómo vais.
- Dile a tu señora que, según mis jefes, tenemos comida suficiente para cinco bodas como esta. Y que todo estará listo a tiempo. Además, como menú…
- Bueno, vale. Ay! - Un cocinero la había pisado - Ten cuidado! Mejor ve tú en persona y que ella apruebe el menú y todos los detalles que le quieras dar. Le gustará saberlo de alguien que trabajo aquí abajo - Se sintió aliviado de cargarle el muerto a otro. Así tendría más tiempo que gastar antes de ponerse con el vestido. Pero cuando iba a salir, se acordó de algo - Me puedo llevar algo de pan y queso?
- Como gustes, nadie lo echará en falta- dijo con indiferencia el anodino pinche. Así pues, Shía cogió la comida y se fue.
Todavía tenía mucho tiempo, por lo que decidió pasarse por el patio de armas, cerca de la puerta oeste. Le gustaba ver pelear entre sí a los caballeros y soldados, recordando viejas historias de héroes. Si es que en el fondo era un soñadora.
Llegó después de dejar su comida en la sala de costura y buscó un sitio desde donde dominara todo el patio. Dos jóvenes que debían haber llegado con los señores invitados más adelantados, pues nunca antes los había visto, hacían cantar sus romos aceros de entrenamiento mientras una voz extranjera escupía órdenes.
- Mal! Tenias que háberr blokheado porr árriba! Átakha, ahorra! No, no fintess, dejass tu dekhas tu défenssa al desscúbierrto! - les gritaba Ximnart, el maestro de espadas, a cada movimiento que hacían. Su voz rasgada, de tan extraño acento, indicaba que provenía de una isla del este, de nombre impronunciable. Tenía un pelo pajizo, perilla pequeña y una extraña forma de comparar nuestras costumbres con las de su hogar.
- En mi pais no hay leniadorress. - le decía una vez a Líquen una de las cabañas del servicio - Unna guarrnición de sóldadoss árrmadoss se dédica a esso. Nuesstrross boskhes sson péligrrossoss, perro loss árboless máss.
- En mi pais no eksisten khimeneas - comentaba una vez en el Gran Salón, donde en la boda tratarían de encajar a todos los invitados - Si ténemoss frríoss, bébemoss, peléamoss o fóllamos, pero nunkha encédemoss fuekho.
- En mi pais - decía ahora - vósotrross serríaiss considerradoss íneptoss parra la luchia y desstérradoss parra ssiemprre en el (de verdad esos sonidos podían articularse?), de dionde khamás ssaldrríaiss vivioss. Perro suponkho khe parra esste lukharr está bien. Désskhanssad.
Como de la nada, se comenzaron a oír pisadas metálicas. Y por la puerta aparecieron los Guardias Púrpuras, defensores del castillo, la frente de los cuales iba Gared, su Capitán., un hombre tan alto como delgado, tez morena y fuerte acento sureño.
- Perrfecto, máss vikhtimass. - comentó Ximnart. Gared le dedicó una mirada muy dura.
- Oye, isleño loco -le dijo el capitán de rudas maneras - te hemos contratado para que entrenes a los reclutas y señores que puedan pagar, no para que los hagas matar entre sí. Sigue así y me encargaré de ti personalmente.
- Mi método ess khe ssólo el fuerrte sobrrevivie. Perro ssi no oss khusta mi forrma de entrrenarr, serrá un placerr vólverr a encarrgarrme de vos, khapitán.- dijo el maestro de armas con desafiante elegancia.
El odio inundó la cara de ser Gared, e indignado, pero sin perder su regio porte, se dio la vuelta y se fue, casi llevándose a la pequeña Shía.
Antes si quiera de salir del patio, incluso antes de que la doncella se levantase, un Guardia Amarillo le corotó el paso al Capitán Púrpura.
- Ser, el Guardián me envía a deciros que un intruso ha intentado colarse dentro del Bastión, pero creemos haberlo hecho huir…
- Pues si huyó con el rabo entre las piernas, asunto zanjado! Déjame en paz! - Apartó al soldado de un empellón y siguió su camino a apuradas y largas zancadas.
Era normal esa reacción en el Capitán. Al llegar Ximnart, hace varios años, ambos eran uña y carne; bebían y se entrenaban en un ambiente de camaradería muy cálida, casi como grandes amigos. Pero una noche en la que el hidromiel corrió en demasía, una mujer de amplias caderas y generosos pechos se cruzó entre ellos. Hubo ebrias y malas palabras, fieras peleas de borrachos y una humillación hacia el Capitán, que perdió la refriega, la chica y los calzones. Hay quien dice que el guerrero extranjero peleó armado con una patata.
Shía se quedó a ver los ejercicios de la soldadesca, que luego devinieron en duelos y una batalla campal que se alargó hasta bien entrado el mediodía. La doncella se dio cuenta, y alarmada, subió corriendo a la sala de costura. Alguien se había comido su pan y su queso, por lo que se tuvo que poner a trabajar hambrienta.
- Shía, te traigo algo para comer.- Se sobresaltó. Estaba tan concentrada que no había oído entrar a Nana - También le dije a Tinas que no subiese. Me dijo que mañana vendría a verlo. Te falta mucho?
- Sí, bastante. Los detalles que tengo en mente son bastante complicados, peor lo tendré a tiempo. Gracias por todo - devoró el pescado y dejó el pan con chorizo por si le entraba hambre más adelante.
- Cuando acabes sube a dormir. Te lo mereces. -le dedicó una sonrisa muy cálida y se marchó. Shía se la devolvió y continuó trabajando. No subió en toda la noche.
Se despertó sobresaltada y desorientada. Miró en rededor y al ver a Tinas y Nana observando el vestido, se tranquilizó. Se debió haber quedado dormida en la silla al acabar. O eso creía, pues no recordaba rematarlo.
- Es precioso -susurraba el mozo de cuadras - Y lo hizo ella solita?
- Lleva todos estos días trabajando en él -contestó Nana en voz baja - Si la fuera dentro de otros dos días, comenzaría a temer por su salud.
- Ya puede lady Marye una gran recompensa.
- Entonces espero que mi señora te oiga- respondió Shía en tono normal, incorporándose y desperezándose - Gracias por los halagos - Sonrió, peor un bostezo se cruzó en su camino.
- Ven aquí, Shía! - Tinas y ella se abrazaron - Has hecho el mejor trabajo que te he visto - La doncella estaba bien roja - Bueno, me voy. Los invitados comienzan a llegar por miles, y somos muy pocos en las caballerizas - Antes de salir, miró hacia atrás - Y si tu señora, note da un buen premio, yo me encargo de ella - Guiñó un ojo y se fue.
- Yo voy a avisar a nuestra señora - dijo Nana - Espera aquí y tómate esas gachas. Te las he subido por si al necesitabas. Ya veo que sí - Y se fue también.
Medio cuenco después, lady Marye de las Islas Colmillo desprendía elogios, alabanzas y cumplidos a una velocidad endiablada y con un entusiasmo innegable. Inmediatamente se lo probó. Le iba perfecto. Enseguida se puso una capa por encima y con sus doncella, salió medio oculta hacia la capilla donde se celebraría el casamiento. Era tradición que la novia llegase antes que nadie y esperase a todos sus invitados y a su prometido.
A medida que las sombras se movían, la capilla se iba llenando poco a poco, comenzando por el Sacerdote de la Colina, hasta la gente de extracción humilde, como Liquen o Chasquidos, el copero real, pasando por todos los invitados, señores grandes, pequeños, banderizos y caballeros errantes junto con sus familias y acompañantes, masculinos o femeninos. Y cuando el último invitado ocupó su asiento, la puerta grande de la capilla se abrió, dejando pasar a ser Gared y ser Thau, que iban flanqueando, con sus resplandecientes armaduras y gran porte, a lord Daf Casquivana, huérfano desde los quince años, se había ganado el cariño y respeto de sus vasallos y amigos de su padre a base de demostrar gran juicio a la hora de gobernar y excelentes habilidades en el arte del combate. Ahora entraba, con regio porte, embutido en un jubón azul celeste, como sus ojos y su capa, con el blasón de su casa. El resto de la indumentaria era blanca como la primera nieve, lo que destacaba su negro pelo rizo.
Llego serio y regio al altar, pero al ver a su futura esposa, una mirada de ternura afloró en su rostro. El casamiento dio comienzo. Después del intercambio de capas, símbolo de unión entre sus linajes, su señor al fin estaba casado, después de tantos años de búsqueda. Shía y Nana se abrazaron, entre sollozos, y los novios salieron bajo una lluvia de arroz, vítores y palmadas.
En un pestañeo fugaz, toda la capilla se había trasladado al comedor. Menos el servicio, claro, con excepción de Shía, a la que se le había concedido el honor de sentarse a la izquierda de su señora. A su izquierda tenía a Chasquidos, el siempre chistoso copero real. Era hombre de pequeña estatura y pelo largo. Su mote le venía porque se pasaba el día chasqueando ritmos incoherentes; con los dedos, con la lengua si los dedos estaban ocupados o, inexplicablemente, con los pies si todo estaba ocupado haciendo a saber qué. Shía no quería saber qué chasquearía si todo estuviese ocupado
En los días anteriores, le habría parecido imposible que todos los invitados cupiesen, pero al parecer, todos estaban sentados, sin estrecheces y sin malos roces. La comida fue transcurriendo y la bebida era regada con algunos comentarios de Chasquidos.
- Mi señor, ser Danielle - dijo refiriéndose a Danielle Corazón, una mujer pelirroja que había escogido el camino de las armas - está en la mesa de honor, hablando con ser Gared. Espero que el menú no incluya patatas.
- Ves a aquél? - le dijo a Shía señalando descaradamente a un hombre de nariz ganchuda y pelo lacio- Es lord Merry Otoño. Fue un gran señor, pero ha caído en tanta desgracia por los juegos de azar que se dice que sus tierras son de la longitud de sus uñas. Aunque observándoles bien, yo creo que sus tierras están debajo de las uñas - Desde la mesa, éstas parecían verdes.
Hubo más chistes con cada plato y cada vaso, referidas por ejemplo, a la desaparición de lady Melisa (“hay quien dice que fue por el olor de su marido, otros que nunca existió, que fue una invención del hombre para acallar murmuraciones”), o sobre Raymond Clonqui (“su feudo es tan pequeño que si quiere plantar algo, tiene que mudarse”)
Estando el banquete bien avanzado, su señora se giró y le susurró a Shía que pronto sería el encamamiento, así que ya no la necesitaría, y que seguro había alguien que la necesitaba, acompañado todo con un guiño. La doncella comprendió enseguida, y cuando lord Daf estaba en pleno discurso de agradecimiento, se escabulló sin que nadie la viera
Tardó un buen rato en llegar. Tuvo que esquivar las tiendas del servicio de los otros señores y y grupos de Guardias borrachos. Pero llegó a la muralla, a donde Thau había vuelto después de la ceremonia. Las grandes comidas no le gustaban.
- Oh, eres tú - dijo Thau, incorporándose desde su cama, sin tiempo a sorprenderse - No deberías estar aquí. Ayer avistamos a un ladrón entre Gran Ness y Alta Cecilia - Ser Thau pasaba tanto tiempo vigilando que había acabado por ponerle nombres a los árboles. - Podría estar por… - Un beso lo calló.
- Chist - Se quitó el vestido - Ahora sólo me preocupa el ocupar tu cama - Lo tumbó de un empujón, y en cuanto se lanzó sobre él a quitarle los calzones, de la nada apareció un Guardia Amarillo.
- Ser Guardián, necesitamos su… - en cuanto se dio cuenta de la situación, el soldado se dio la vuelta, permitiendo a los amantes ocultar sus vergüenzas -ayuda. Alguien se ha introducido en el Bastión. Los Púrpuras reclaman colaboración.
- Está bien, ayudad al Capitán Gared hasta que vaya yo. Y ni una palabra de esto soldado, o te arrastraré al fango conmigo - amenazó con toda la seriedad que le daba el tener que sujetarse los calzones con una mano para taparse. El soldado se fue corriendo y Thau comenzó a vestirse con celeridad - Me necesitan, Shía. No desesperes, volveré ahora - Antes que la chica pudiese articular palabra, el Guardián se fue.
Ella no podía quedarse así, con muchas ganas y desnuda, así que se vistió y fue detrás de su amante. Se iba a enterar ese ladrón de quién era ella. Nadie la dejaba a medias!
Deambuló durante largo rato. Todas las guarniciones, del Bastión o de otros señores, estaban movilizados, buscando al supuesto intruso. Ella dirigió al cuarto de su señora. Había oro y joyas de las Islas. Por ahí había que empezar.
Llegó casi hasta su destino, peor en una esquina, encontró a un hombre jadeando. Éste la debió ver y levantó la cabeza. Shía se horrorizó casi instantáneamente. Debajo de la desgarrada cara del pinche anodino asomaba un duro rostro lleno de cicatrices y barba espesa. Aunque de esta guisa, lo reconoció. El Carnicero del Este. Ya completamente dominada por el pánico, comenzó a correr, perseguida por el asesino.
Corrió, subiendo y bajando escaleras, doblando esquinas y pasillos, con las lágrimas nublándole la vista y el homicida siempre cerca. Pero de repente, a sus espaldas, un chirrido, un golpe y un hombre caído se oyeron casi simultáneamente. Se paró en seco, y atemorizada, se volvió. Fue una estampa curiosa la que contempló: un hombre, con la cara más corriente jamás visto por un hombre o mujer y una túnica muy ligera, miraba con desconcierto al Carnicero, que del golpe, se había quedado inconsciente.
- Quién eres tú? - le preguntó Shía a medio camino entre el miedo y la curiosidad. Y el desconocido, agarrando bien un saco uniforme, respondió.
- Soy un ladrón, niña. Peor no sé quién es él. Así que si no te importa, me voy. No quiero que me atrapen.
Dicho y hecho, se esfumó antes de que la doncella pudiera si quiera pensar en la mera posibilidad de considerar haber gritado. Y en cuanto el ladrón ya debía estar a medio camino de Zarpapiedra, a juzgar por la celeridad con la que se había esfumado, llegó ser Gared al frente de sus Guardias.
- Shía! Qué haces aquí? Y cómo coño has derribado al Carnicero?
- No fui yo. Alguien abrió la puerta y él chocó. Cómo es que lo dejásteis entrar!? - Se había puesto histérica en cuanto recobró el sentido del tiempo y la realidad - El hijoputa casi me mata!
- Llevaba una máscara tan perfecta que creemos, es cosa de magia - dijo con aire marcial mientras sus hombres ataban al criminal - De no ser porque se le desgarró en algún momento, jamás habríamos sospechado de nuestro nuevo pinche. Puedes decirnos quién abrió la puerta?
- Pues… - iba a decirlo, quería decirlo, pero…- pues… - no, no podía ser… - pues… - Dioses, era imposible! Si lo acababa de presenciar! Pero.. - no… no lo recuerdo.
Cleptómano corría como si todo el infierno lo persiguiera. Otra vez estaba en la boca del lobo. Y ésta era inmensamente grande. Al menos, ahora tenía botín. Después de Puente Plata, necesitaba el dinero urgente. O cualquier otra cosa. Sabía que Colina Férrea era complicado, pero tenía que hacerlo. Unas monedas, comida, ropa, algo, o no llegaría con vida ni a Zarpapiedra.
Así que a ello fue. El primer día, se perdió por el bosque y tardó casi todo el día en encontrar la puerta. Se fue a descansar y ayer había intentado colarse, pero esos Guardias de negro y amarillo, tan horteras, lo habían descubierto y puso pies en polvorosa. Hoy a la mañana, mientras pensaba en maneras de entrar, vio pasar un gran multitud de carros y señores, así que le fue muy fácil ocultarse y pasar ante las mismas narices del mismo Capitán, ese Guardia que al parecer le ponía nombre a los árboles como él se los ponía a las ratas de su sótano cuando era pequeño y no le compraban una mascota. Al entrar, se enteró de que había boda, circunstancia que aprovechó en su favor. Consiguió comida, abalorios, joyas , algún arma… a la vez que perdió la noción del tiempo y el espacio. Era un lugar condenadamente grande. Comenzó a ir al azar al tiempo que oía un gran movimiento en el castillo. Se asustó pensando que iban a por él y corrió, buscando la salida. Fue entonces cuando abrió la puerta y dejó inconsciente al Carnicero. Lo había reconocido y se había apenado, ya no podría hacerse pasar por él. Pero al ver que había testigos, huyó. Confiaba en que los Guardias llegasen cuando la chica olvidase su rostro, si no, estaba perdido. Mas ahora, a la vista de que el ajetreo y los Guardias diminuían, se relajó, pues ya no debían buscarlo.
Calmado, buscó la salida del castillo, y de ahí, unas horas después, la de un muro que no parecía acabar nunca. Encontró una pequeñísima puerta que daba hacia el sur y salió por ella sin que nadie se diese cuenta, con su botín intacto.
Aofehfiowhioweheiwofhweiohfewiofhwm, ME ENCANTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA♥♥♥♥
ResponderEliminarGUAPO ^^
ResponderEliminarTío, como mola/molo.
ResponderEliminarTe quiero xDDDDDDDDD.